latín fanaticus
que pertenece a un templo o fanum.
De origen, el fanático era aquel que poseía la Divinidad, y entraba en un éxtasis de fervor religioso, siendo su devoción tal, que sus acciones y palabras parecían dictadas por Dios. Ese éxtasis lo llevaba a ser guardián de lo que consideraban sagrado, y lo llevaba a percibir el Templo como un punto de conexión con lo más íntimo de Dios. Luego entonces, el fanatismo era la exaltación del Alma en nombre de lo sagrado.
Al correr del tiempo, se fue desvirtuando el concepto de fanático, desdibujando el sentido sagrado, cargándolo de ignorancia, hasta transformarlo en sinónimo de ceguera ideológica, intolerancia y extremismo, llegando a ejecutar guerras y despojos materiales y espirituales en los seres humanos, todo en nombre de Dios.
Hoy, el fanático moderno, ya no es solo el que cree ser poseído por la divinidad, sino el que es poseído por los delirios de su propia mente, es el que cree tener el derecho de actuar no solo en el nombre de Dios, sino de sus ideales, llevando sus “causas” como motor de masas, para cometer actos que van desde imponerse socialmente por sus ideales de adoctrinamiento, hasta por “defender” a su equipo favorito de futbol.
El fanático de hoy es el que cierra su mente a cualquier pensamiento distinto al suyo. Lo realmente grave del fanático moderno es que convierte a los templos y a sus congregaciones en prisiones de manipulación ideológica para mantener su obsesión de poder, control y abuso del hombre como especie. Terminando el fanático haciendo caso omiso de usar la razón para construir un altar de sus creencias.
Si antes de la era digital ya hablábamos de masas, entiéndase hoy la gravedad del fanatismo en los nichos actuales, porque sus nuevos “templos” son las redes sociales, los partidos políticos, los clubes sociales, los mal llamados “influencers”, las ideologías radicales como el racismo. Hoy, el fanático ya no necesita el templo de piedra, su templo es el internet para hacer eco en todo el mundo de sus propios pensamientos, amplificados y “retroalimentados” hasta que cree moldear a la sociedad. Ahora, el fanático convierte cualquier diferencia de opinión en un ataque y cualquier cuestionamiento en ofensa. Hoy, el control de masas es literalmente invisible y omnipresente.
Y en lo que compete a la Masonería, el fanático es la antítesis del Iniciado. Ya que mientras el Iniciado busca la Luz o ser luz, el fanático se envuelve en la oscuridad de sus verdades absolutas, el iniciado acepta el Misterio y el fanático reclama el monopolio de la Verdad.
Reflexión: ¿Qué es el fanatismo sino la incapacidad de ver más allá del velo de la Ilusión?



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