El Tesoro de Nuestros Juramentos

𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐌𝐚𝐞𝐬𝐭𝐫𝐨𝐬 𝐲 𝐥𝐨𝐬 𝐃𝐢𝐬𝐜𝐢́𝐩𝐮𝐥𝐨𝐬, 𝐧𝐨 𝐡𝐚𝐲 𝐦𝐚́𝐬, 𝐧𝐨 𝐡𝐚𝐲 𝐦𝐞𝐧𝐨𝐬. 𝐇𝐚𝐲 𝐈𝐠𝐮𝐚𝐥𝐝𝐚𝐝, 𝐡𝐚𝐲 𝐔𝐧𝐢𝐨́𝐧, 𝐡𝐚𝐲 𝐅𝐫𝐚𝐭𝐞𝐫𝐧𝐢𝐝𝐚𝐝.

Porque dónde hay Maestros, siempre hay 𝐚𝐛𝐮𝐧𝐝𝐚𝐧𝐜𝐢𝐚, porque se goza en el 𝐃𝐚𝐫, y dónde hay Discípulos, siempre hay una 𝐚𝐜𝐭𝐢𝐭𝐮𝐝 𝐫𝐞𝐛𝐨𝐬𝐚𝐧𝐭𝐞 al 𝐑𝐞𝐜𝐢𝐛𝐢𝐫 𝐲 𝐂𝐨𝐦𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐫. Todo en una Perfecta 𝐀𝐫𝐦𝐨𝐧𝐢́𝐚 dónde se acaricia 𝐋𝐚 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐚𝐝.

Un 𝐹𝑟𝑖𝑒𝑑𝑟𝑖𝑐ℎ 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑁𝑖𝑒𝑡𝑧𝑠𝑐ℎ𝑒, pero no menos importante para el estudio noble de la Masonería en Occidente, se refería en cuanto al 𝑙𝑎𝑧𝑜 𝑑𝑒 𝑝𝑙𝑎𝑡𝑎 𝑑𝑒𝑙 𝑀𝑎𝑒𝑠𝑡𝑟𝑜-𝐷𝑖𝑠𝑐𝑖́𝑝𝑢𝑙𝑜, diciendo: “Uno de ellos era todavía un niño, en cuanto llegó, el maestro quiso decirle la enseñanza; tenía hermosos ojos oscuros de fondo azulado, su piel resplandecía como las azucenas y sus cabellos relucían cual nubecillas al atardecer, su voz nos conmovía, de buen grado le hubiéramos dado nuestras flores, nuestras piedras, nuestras plumas y todo lo que poseíamos; sonreía con placidez infinita y a su lado experimentábamos una dicha extraña; un día regresará, dijo nuestro maestro y ha de permanecer entre nosotros. Entonces la Enseñanza terminará.”

Lo anterior es parte de los Fragmentos: “𝐋𝐨𝐬 𝐃𝐢𝐬𝐜𝐢́𝐩𝐮𝐥𝐨𝐬 𝐞𝐧 𝐒𝐚𝐢𝐬,” éstos nos retan intelectualmente cuando decidimos incluirlo en nuestra Biblioteca, y 𝐧𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐬𝐚𝐫𝐦𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫𝐧𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞, 𝐜𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐥𝐥𝐞𝐠𝐚𝐦𝐨𝐬 𝐚 𝐥𝐚 𝐛𝐢𝐟𝐮𝐫𝐜𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐞𝐧𝐭𝐞𝐧𝐝𝐞𝐫 𝐪𝐮𝐞; 𝐞𝐥 𝐒𝐞𝐧𝐝𝐞𝐫𝐨 𝐥𝐨 𝐚𝐧𝐝𝐚𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬 𝐬𝐨́𝐥𝐨𝐬, y es entonces que asumimos La Maestría, dejando de romantizar al 𝐸𝑡𝑒𝑟𝑛𝑜 𝐴𝑝𝑟𝑒𝑛𝑑𝑖𝑧, con mil argumentos, pero siendo el más valioso: 𝐞𝐥 𝐬𝐞𝐠𝐮𝐢𝐫 𝐞𝐯𝐨𝐥𝐮𝐜𝐢𝐨𝐧𝐚𝐧𝐝𝐨, a través 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑙 𝑛𝑎𝑐𝑖𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑁𝑢𝑒𝑣𝑜 𝐻𝑒𝑟𝑚𝑎𝑛𝑜.

Para esos nacimientos, es que debemos estar 𝐩𝐫𝐞𝐩𝐚𝐫𝐚𝐝𝐨𝐬 𝐢𝐧𝐭𝐞𝐠𝐫𝐚𝐥𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞, 𝐯𝐢𝐯𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐧 𝐌𝐚𝐞𝐬𝐭𝐫𝐢́𝐚, prestos para otorgarle la vida masónica que merecemos en conjunto.

𝐋𝐚𝐬 𝐨𝐛𝐫𝐚𝐬 𝐌𝐚𝐞𝐬𝐭𝐫𝐚𝐬, como la citada, 𝐝𝐚𝐧 𝐋𝐮𝐳 𝐲 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐢𝐧𝐮𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐚 𝐥𝐚 𝐄𝐧𝐬𝐞𝐧̃𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐇𝐮𝐦𝐚𝐧𝐢𝐝𝐚𝐝, 𝐬𝐨𝐧 𝐈𝐧𝐚𝐜𝐚𝐛𝐚𝐝𝐚𝐬 como las Inconclusas de Schubert, Beethoven, Mozart, en éste caso la 𝐢𝐧𝐚𝐜𝐚𝐛𝐚𝐝𝐚 𝐝𝐞 𝐍𝐨𝐯𝐚𝐥𝐢𝐬, y la que más nos refiere; 𝑛𝑢𝑒𝑠𝑡𝑟𝑜 𝑖𝑛𝑎𝑐𝑎𝑏𝑎𝑑𝑜 𝑇𝑒𝑚𝑝𝑙𝑜 𝑆𝑎𝑙𝑜𝑚𝑜́𝑛𝑖𝑐𝑜. De todas las obras de estética truncada y belleza exaltada, es que los mortales encontramos el Camino de la Enseñanza, 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑜́𝑙𝑜 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑒𝑚𝑝𝑙𝑎𝑟 𝑒𝑙 𝑎𝑙𝑒𝑡𝑒𝑎𝑟 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑀𝑎𝑟𝑖𝑝𝑜𝑠𝑎, 𝑠𝑖𝑛 𝑝𝑜𝑠𝑒𝑒𝑟𝑙𝑎, 𝑠𝑖𝑛 𝑒𝑛𝑗𝑎𝑢𝑙𝑎𝑟𝑙𝑎, 𝑑𝑒𝑗𝑎́𝑛𝑑𝑜𝑙𝑎 𝑙𝑙𝑒𝑔𝑎𝑟 ℎ𝑎𝑠𝑡𝑎 𝑑𝑜́𝑛𝑑𝑒 𝑑𝑒𝑏𝑒 𝑙𝑙𝑒𝑔𝑎𝑟.

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